¿SOMOS PERSONAS PECADORAS O JUSTAS?
CONTEMPLAMOS:
Hoy queremos contemplar la realidad de las personas
justas y pecadoras; esto motivado por el Evangelio tomado del Leccionario
Dominical de la ITAE; nos encontramos con el capítulo 15 de San Lucas, muchos
en la actualidad la llaman las parábolas de la Misericordia, este domingo, leeremos
dos de ellas. Recordemos que al leer una parábola de Jesucristo, lo primero que
debemos tener en cuenta es a quién le habla Jesucristo en cada parábola, esto
no tan solamente nos ayuda a situarnos, sino que también nos ayuda a descubrir
el sentido de sus palabras.
Muchos podrán afirmar que Jesucristo siempre
buscaba la conversión de las personas, aunque en el caso de los maestros de la
Ley, sacerdotes, escribas y fariseos, al parecer, ya daba por pérdida esta
intención, así que más bien respondía a sus críticas y murmuraciones con más
fuerza en sus discursos. “Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús
para escucharlo” (v. 1). De esta forma,
se inicia nuestro evangelio de hoy, en primer lugar: Situándonos: ¿Quiénes son
los que escuchan a Jesucristo? Junto a
esto, nos podemos preguntar: ¿Quiénes escuchamos hoy a Jesucristo?
El texto nos afirma que TODOS los publicanos se
acercaban a Jesucristo, al parecer Él los recibía y les hablaba del Reino de
Dios, a aquellos que eran despreciados por su propio pueblo, aquellos que eran
repudiados por los demás, recordemos que la mayoría de ellos, eran personas con
muchos bienes materiales, eran personas bien acomodadas económicamente entre
los judíos que se quedaban con parte de los impuestos, era la forma de su
salario, claro que la mayoría de veces se quedaban con más de lo que correspondía
no por robar al Imperio, sino al pueblo, pedirle más y más impuestos.
Sería como si Jesucristo se reuniera hoy con los
políticos y empresarios, aquellos que explotan a los pueblos con más y más
impuestos; y a diferencia de lo que muchos creen, en este texto, no se critica
a los publicanos; de hecho, en el ámbito religioso ni siquiera se critica a los
pecadores, que también buscaban a Jesucristo para escucharlo, y en la
actualidad: ¿Quiénes son los pecadores? Nosotros los cristianos: ¿Somos personas
pecadoras o justas?
DISCERNIMOS:
Justamente con esta pregunta de tema para este
día, queremos pasar a nuestro discernimiento bíblico; esta vez Jesucristo NO
habla a esta personas, que para muchos puritanos pueden ser repudiables e
indignos, sino que se dirige a aquellos que lo criticaban por reunirse con
publicanos y pecadores, al parecer, Jesucristo encuentra más repudiable la
actitud de los se creen justos, sin serlo, de los religiosos de su tiempo: “Los
fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este hombre recibe a los
pecadores y come con ellos. Jesús les dijo entonces esta parábola” (vv. 2-3).
Una parábola que se dirige a los fariseos y
escribas, quizás sigue siendo una parábola para aquellos que son HIPÓCRITAS,
pensando en la palabra más usada por Jesucristo a la hora de hablar de ellos, personas
HIPÓCRITAS, que aparentan algo que no son en realidad, y nosotros: ¿Cuántos
aparentamos algo que NO somos realmente? ¿Cuántos hablamos de cosas, que deben
cumplir los demás, cuando en realidad tampoco nosotros lo cumplimos?
Es aquí el desafío, el de la COHERENCIA
CRISTIANA; y quizás ya es hora de reconocer que NO hemos sido coherentes, de
hecho no hemos sido mucho mejor que los FARISEOS y ESCRIBAS, incluso hemos sido
PEORES en muchos aspectos; ya que usamos la palabra de Jesucristo bajo el
criterio de nuestra propia interpretación; no tan solamente mal interpretamos
su “Buen Mensaje”, sino que presentamos nuestro MENSAJE como si fuera de
Jesucristo; es parecido a lo que hacían
los FARISEOS Y ESCRIBAS; es por ello, la parábola de Jesucristo, para hacerles
entender cuál es la verdadera VOLUNTAD DIVINA.
Veamos que nos enseña Jesucristo al respecto en
la parábola, que es una crítica a los religiosos y las personas HIPÓCRITAS: “Si
alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en
el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la
encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa
llama a sus amigos y vecinos, y les dice: Alégrense conmigo, porque encontré la
oveja que se me había perdido" (vv. 4-6).
Parte el relato con ejemplo de la vida cotidiana
la alegría que le produce a una persona encontrar a su oveja pérdida,
seguramente un dueño de ganado, incluso no menor, ya que tenía cien ovejas, o
todos los que leen esta reflexión tienen cien animales a su disposición, ya sea
para alimentarse o negociar con el rebaño; siempre es bueno no perder de vista
los detalles de los textos evangélicos, que son los que hacen la diferencia en
la vida; debemos reconocer que el sentido del texto se encuentra en la alegría:
“Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo
pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan
convertirse” (v. 7). ¿Nos produce alegría la conversión de los pecadores?
Y muchos cristianos y católicos, dirán que SI,
aunque nos podríamos preguntar de quien van a seguir hablando, si se le
terminan los pecadores; o a quien más van a juzgar si nos quedamos sin
pecadores reconocidos por la sociedad; es la actitud que tenían los escribas y
fariseos, y me atrevo a decir, sigue siendo la actitud de muchas personas
creyentes en la actualidad; por esta razón, sigue teniendo vigencia las palabras
de Jesucristo: “Y les dijo también: Si una mujer tiene diez dracmas y pierde
una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta
encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice:
Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido. Les
aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo
pecador que se convierte” (vv. 8-10).
Vigencia debe tener para los cristianos, los
seguidores de Jesucristo; una gran invitación a compartir la alegría divina
cuando una persona se convierte con sinceridad de corazón: ¿Lo hacemos? Y en el
sentido espiritual, para los cristianos es un desafío mayor, ya que también se
trata de BUSCAR al que está perdido, aunque me pregunto: ¿Qué pasa? ¿Si somos
nosotros los perdidos y no los demás? Quizás debemos partir por encontrarnos a
nosotros mismos, quizás al igual que en el ejemplo de la mujer, lo extraviado
está en la misma casa, en nuestro interior, tan solo se necesita limpiar el
corazón y la mente, buscar y dejarse iluminar por la verdad de los hechos y de
Jesucristo; y de seguro allí realmente encontraremos quienes SOMOS, por
nuestros actos y no por nuestras palabras hipócritas como muchos CREEN. Y TÚ:
¿Qué crees? ¿Necesitas ser CONVERTIDO en Jesucristo?
EVANGELIZAMOS:
En esta NECESIDAD personal es que surge nuestra
propia evangelización, desde nuestra propia conversión a Jesucristo, volvernos
a Él, y ayudar con nuestra compañía para que otras personas se adhieran al
MENSAJE de Jesucristo, no al mensaje de tal pastor o sacerdote, ni al discurso
y doctrina de tal o cual Iglesia; sino al BUEN MENSAJE de Jesucristo, este
mensaje que hoy nos invita a ALEGRARNOS ante la conversión de los publicanos y
pecadores; hoy en cambio, cuando alguien dice que ha cambiado, NO LE CREEMOS; y
le seguimos sacando en cara sus pecados pasados; es que tú dijiste, es que
usted hizo, es que la otra vez tal cosa, no somos capaces de ver las maravillas
de Dios, cuando obra en una persona que ya hemos catalogada como PECADOR; ante
esto, nos debemos preguntar: ¿Dónde queda la Gracia de Dios?
Quizás es lo que debemos convertir, nuestra
forma de pensar hacia los demás, y confiar en las personas, como lo hacía
Jesucristo al reunirse, dialogar y enseñar a PUBLICANOS y PECADORES; al otro
lado, se situaban los escribas y fariseos (Religiosos) para solamente CRITICAR
Y DESTRUIR, así es, y peor aún destruir lo más sagrado que debe existir: LAS
PERSONAS. A cada individuo aunque sea un PECADOR, nunca nuestras palabras y comentarios
deben destruir a los demás; más bien nuestra tarea sería ALEGRARNOS con ellos,
con los que hemos separado, a los que hemos apartado de nuestra vida, y UNIRLOS
en la mirada divina del Reino de Dios, con ellos, compartir la alegría de la
mesa y la comida terrena, para llegar al Banquete Celestial, se trata de
CONSTRUIR una comunidad con TODAS y TODOS; justos e injustos, dignos e
indignos, delincuentes y víctimas, santos y pecadores. Y TÚ: ¿Cómo llevas Alegría
al mundo actual?
Comentarios
Publicar un comentario