¿PERDONAMOS EL ADULTERIO?

 CONTEMPLAMOS:


Desde nuestra mirada personal, creemos que, este domingo, nos encontramos con uno de los relatos más hermosos de los Santos Evangelios, el conocido texto de la Mujer Adúltera, aunque para nosotros puede tener un trasfondo mayor, si somos capaces de ver más allá del gesto de Jesucristo hacia esta mujer. Por ello, nos quisimos preguntar a luz del Evangelio Dominical: ¿Perdonamos el Adulterio?

 

Con esta interrogante, no tan solamente queremos pensar en lo que nos narra el Evangelio de Juan en el capítulo octavo, sino también en lo que sucede en la vida diaria; cuando hablamos de un matrimonio, muchos piensan inmediatamente en la fidelidad hasta que la muerte los separe y en la Monogamia; aunque en la realidad NO es tan así, en varias parejas no es hasta que la muerte los separe, sino hasta que uno engañe, le sea infiel a su esposa o esposo; eso es justamente el ADULTERIO: ¿Hemos cometido adulterio?

 

Aunque en algunos países sigue siendo un delito grave, ya en muchos países y estados no se considera un DELITO civil; e igualmente socialmente para muchos es imperdonable, no tiene perdón de la pareja, es aquí en donde hemos fallado como cristianos, y no tan solamente aquel que ha sido INFIEL, cometiendo el ADULTERIO, pensando que es un mandamiento DIVINO; sino que también como seguidores de Jesucristo, por no PERDONAR al que cometió adulterio, es lo que nos enseña hoy Jesucristo en el Santo Evangelio. Y nosotros: ¿Perdonamos la infidelidad de nuestras parejas?

 

 

DISCERNIMOS:

 

Al discernir sobre esta realidad, queremos ponernos en el lugar de Jesucristo, no en lugar del pecador; queremos mirar como OBRA Jesucristo, para qué como cristianos OBREMOS de la misma manera; vamos analizando parte a parte el texto evangélico, como es nuestra costumbre, para ir preguntándonos sobre el tema que nos atañe, hoy el Perdón.

 

“Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles” (vv. 1-2). Varios hechos muy cotidianos, para aquellos que leen asiduamente los Santos Evangelios; Jesucristo por segundo año seguido, está en las cercanías de Jerusalén, iba a su lugar de oración el Monte de Olivos, al parecer toda la noche, ya que volvió al amanecer; y de allí al Templo, no a orar, ni ofrecer sacrificios, sino a enseñar al pueblo que lo escuchaba; esto ya nos debe decir mucho, Jesucristo no necesitaba de Templos para orar, ya que oraba en un monte, una playa, un desierto o un lugar apartado de los demás; y que si iba al Templo era por la cantidad de personas que se reunían para poder enseñar su BUEN MENSAJE: ¿Dónde oramos cada uno de nosotros? ¿Seguimos el ejemplo de Jesucristo? ¿Cuándo y dónde predicamos el Buen Mensaje de Jesucristo?

 

Con estas preguntas, ya nos situamos como cristianos, seguidores de Jesucristo, y al igual que nuestro Maestro, que es puesto a prueba por algunos judíos; seguimos siendo puestos a prueba en muchas ocasiones por personas que tratan de hacer preguntas incomodas sobre la fe y la religión, para complicar a sus amigos, familia y conocidos, aunque eso no sea muy amigable, eso se entiende de los adversarios de Jesucristo, aunque me pregunto: ¿Qué sentido tiene en la actualidad? ¿Con qué intención se realizan estas preguntas, interrogantes y cuestionamientos personales?

 

Veamos la situación del Evangelio: “Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos” (v. 3). Unos hombres religiosos, escribas y fariseos, traen a una mujer la ponen en medio de todos, esta situación, nos atrevemos a señalar, que en muchas comunidades cristianas y no cristianas, siguen realizando estas cosas, algunas personas que creen más puritanos, que se creen santos, se encargan de ir buscando los pecados de las demás personas para exponer frente a la comunidad, en medio de todos, en sus asambleas, o en sus reuniones comunitarias; al parecer no hemos cambiado mucho, la diferencia que se busca el pecado del hermano en la fe: ¿Cómo es en tu comunidad cristiana o religiosa?

 

Una vez realizado esto, le hablan a Jesucristo para ponerlo en prueba con la Ley de Dios, revelada en Moisés. “Dijeron a Jesús: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices? Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo” (vv. 4-6a). Pena de muerte para las personas que cometen ADULTERIO, aunque en algunos países sigue siendo una costumbre, en muchos países ya se ha abolido esta costumbre y la PENA de Muerte, es aquí en donde Jesucristo nos enseña algo más, el valor de la vida humana, cada persona vale por sí misma, no podemos quitar la vida a otro individuo; y tú, como cristiano: ¿Estas a favor o en contra de la Pena de Muerte?

 

Con esta pregunta, no queremos ponerlos a prueba, sino ir discerniendo juntos nuestro SER CRISTIANO; como buenos seguidores y santos imitadores de Jesucristo. “Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo” (vv. 6b- 8). Ante las situaciones de pecado de nuestros hermanos, Jesucristo nos sigue preguntando a cada uno de nosotros: ¿Estas libre de pecado?

 

Libre para juzgar a los demás, para comentar sobre los demás, para hablar mal de tus hermanos, para comentar con tus amistades sobre la vida personal y privada de otras personas, ciertamente esto también le hace daño a nuestras comunidades de fe cristiana, sigue siendo un mal que debemos erradicar de nuestras familias, en las que nos denominamos: cristianos, evangélicos o católicos; y detrás de esta realidad nos debemos seguir interrogando: ¿Estoy libre de todo pecado?

 

Indudablemente debemos afirmar que NO, somos pecadores, el hablar mal de otros, también es pecado, es hora de tomar consciencia como lo hicieron los adultos mayores: “Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos” (v. 9a). Ellos que ha largo de su vida se han dado cuenta que todos cometemos PECADOS; fueron los primeros en retirarse, y es que debemos seguir haciendo cuando se hacen juicios o comentarios de los demás, retirarnos, dar un paso al costado y dejar el JUICIO a Dios. Y PARA TI: ¿Juzgas a tu prójimo?

 

Ahora bien, si hacemos juicios debe ser en la línea de lo que nos enseña Jesucristo, debe ser para PERDONAR: “Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado? Ella le respondió: Nadie, Señor. Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús” (vv. 9b-11a).

 

Perdonar en este caso, significa NO CONDENAR, y no es menos cierto que la mayoría de veces, nuestras palabras condenan a los demás, nuestros actos juzgan a los demás; entonces: ¿SOMOS capaces de Perdonar como nos enseña Jesucristo?

 

Muchos dirán rápidamente SÍ, la invitación es clara a cada uno de nosotros, más como cristianos, a cada persona que tiene una pareja: ¿Perdonarías el Adulterio de tu pareja? Y en nuestras comunidades cristianas pensando en las religiosas y sacerdotes, que se casan con Jesucristo y con la Iglesia, respectivamente: ¿Le perdonamos el Adulterio y sus infidelidades al tener relaciones sexuales cuando prometieron celibato?  

 

Claramente aquí está el desafío del Evangelio, imitar a Jesucristo, PERDONAR y NO CONDENAR: ¿Cómo obramos?; aunque no debemos olvidar lo que nos pide y enseña, a nosotros que somos PECADORES: “Vete, no peques más en adelante” (v. 11b). Y TÚ: ¿Qué hemos hecho con esta enseñanza?

 

 

EVANGELIZAMOS:

 

Al terminar nuestro discernimiento, vemos el inicio de nuestra evangelización, recordando que evangelizar es HACER VIDA la propuesta de Jesucristo manifestada en los Santos Evangelios, vivir su ENSEÑANZA, que se revela en sus palabras, y por sobre todo en su estilo de Vida, como cristianos: ¿Vivimos en el ejemplo de Jesucristo?

 

Hoy más que nunca debemos PERDONAR, aunque muchas personas necesitan PERDONARSE a sí mismas, recordando las palabras de Jesucristo ante cualquier pecado personal: “YO TAMPOCO TE CONDENO”.  Y PARA TI: ¿Cómo vives el PERDÓN, contigo mismo y con los demás?

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