¿CONDENAMOS A LOS DEMÁS POR SUS PECADOS?

 CONTEMPLAMOS:


Este domingo les invitamos a contemplar un hermoso pasaje evangélico, recordando la manifestación divina del “Perdón”, ya que creemos que Dios nos quiere PERDONAR de todos nuestros pecados, es lo que creemos millones de cristianos en el mundo, al recordar el día de nuestro bautismo, se trata de una renuncia al pecado para vivir como templos del Espíritu Santo: ¿Hemos logrado erradicar todo pecado de nuestras vidas?

 

Siendo sinceros en mayor o menor medida todos hemos pecado, después de nuestra celebración bautismal: ¿Qué pasa con nosotros? ¿Cómo recibir el perdón que Jesucristo nos trae a nuestras vidas? Justamente es la propuesta del Maestro contemplar nuestra propia vida, y no la de los demás, aunque nos hemos hecho una pregunta hacia los demás: ¿Condenamos a los demás por sus pecados? Al hablar a diario con algunas personas vemos con qué facilidad se habla y se juzga a los demás, al prójimo, y es muy probable que esa misma persona que habla contigo sobre otras personas, también habla de tu persona con otros, muchas veces criticando el actuar de los demás. Y TÚ: ¿Cuál es tu forma de proceder?

 

Lo complicado ante este mal eclesial, que existe y se vivencia en nuestras comunidades cristianas, va en contra de lo que nos enseña nuestro Maestro Jesucristo; ya que Él nos señala la importancia de corrección fraterna, en ayudar al hermano a salir de las situaciones de mal, no a andar hablando mal a sus espaldas; y por otro lado, desde los santos evangelios logramos descubrir que Jesucristo nos pide que primero miremos nuestra propia vida, nuestras propias vigas, y no las astillas del prójimo. Y PARA TI: ¿Cómo haces vida la petición del Hijo de Dios?

 

Estas peticiones y enseñanzas se transforman en un estilo de vida para los cristianos, de esta forma debe ser para nosotros, los cristianos del tercer milenio, una invitación a vivir en un constante perdón, que no siempre es fácil VIVIR, ya que muchas veces no somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos, otras tantas se nos hace imposible perdonar a los que nos han hecho daño a nosotros o nuestros seres amados, y no menos veces, no somos capaces de CREER que Dios nos PERDONA nuestras muchas faltas y pecados, sobre todo, cuando consideramos haber cometido un pecado grave: ¿Cuáles han sido tus pecados? ¿Qué pecados seguimos cometiendo a diario? ¿Cuál es el pecado más grave que hemos cometido a lo largo de nuestras vidas? Realizamos estas preguntas con el sentido de mirarnos a nosotros mismos, y con ello, descubrir nuestra NECESIDAD de perdón para nuestra vidas, y con ello, comprender que TODOS y TODAS necesitamos del Perdón de Dios y de los demás, en muchas ocasiones de la VIDA, es lo que nos enseña Jesucristo hoy con sus testimonio de perdón. Y los cristianos: ¿Qué testimonio de perdón estamos dando en el mundo? Y TÚ: ¿Das un testimonio de perdón o de condena?

 

 

DISCERNIMOS:

 

En este segundo momento, queremos invitarte a discernir juntos el “Buen Mensaje” de Jesucristo, este día tomado el evangelista Juan: “Jesús fue al monte de los Olivos” (Juan 8, 1). Al parecer, tanto Juan como el evangelista Lucas, sitúa en varias ocasiones a Jesucristo en el Monte de los Olivos, como un lugar privilegiado para la oración del Maestro, una oración nocturna: ¿Cuál es el nuestro momento y lugar adecuado para nuestra oración diaria?

 

Desde la oración, debe surgir el compromiso del anuncio de la Palabra contemplada y discernida en la intimidad divina, es lo que hace el Hijo de Dios: “Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles” (v. 2). Es después de su oración que acude a templo, no para ORAR, sino con la intención de reunirse con el pueblo para enseñarles sobre las verdades divinas: ¿Qué enseñanza obtenemos a diario en nuestra oración personal? ¿Cómo y cuándo transmitimos nuestras enseñanzas divinas a los demás? ¿Somos buenos evangelizadores de la Palabra divina?

 

Al hablar de bueno evangelizadores, queremos centrar nuestra mirada en la enseñanza del Hijo de Dios, descubriendo que en muchas ocasiones tuvo problemas y desencuentros con los creyentes judíos de su tiempo, a veces, por situaciones con las demás personas, hoy por una mujer: “Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos” (v. 3). Se trata de una mujer que es sorprendida en el pecado del adulterio; en un primer momento, pensemos en el temor de aquella MUJER, en el trato recibido, ya existe una condena pública: ¿Cómo nos sentiríamos nosotros al ser descubierto en un pecado y puesto en medio de toda la gente?

 

Sin duda, para muchos de nosotros, sería indescriptible la situación, ser tratados de esa forma públicamente: “Dijeron a Jesús: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio” (v. 4). Ante este hecho, nos podemos preguntar: ¿Hemos estado enfrentado a una situación parecida? ¿En medio de la comunidad cristiana juzgados por nuestros pecados?

 

Para los escribas y los fariseos, lo importante se encuentra en la Ley Divina: “Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?” (v. 5). La orden de Moisés, por lo tanto, para ellos, en su interpretación, el mandato divino, es APEDREAR a esta clase de MUJERES, como si fuera una clase distinta: LAS ADULTERAS, y nosotros: ¿Qué clase de personas somos? ¿Dónde nos encontramos clasificados según la mirada de la biblia judía?  Aunque ellos esperaban una respuesta de Jesucristo: ¿Cuál era su intención para presentar esta situación a Jesucristo?

 

Es aquí en dónde descubrimos algo más, no todos obran por la búsqueda del bien o por la aparente justicia frente a los seres humanos: “Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo” (v. 6). Claramente vemos que su intención no era el juicio en contra de la mujer adúltera, sino el deseo de poner a prueba a Jesucristo, para ver si se ubicaba por sobre la Ley Divina, por sobre la ley dada por Moisés, ante esto, más bien, Jesucristo sigue escribiendo en el suelo, quizás parte de lo que estaba enseñando al pueblo que lo escuchaba: Y TÚ: ¿Cómo procederías?

 

A los cristianos, nos interesa descubrir y discernir el proceder del Hijo de Dios: “Como insistían, se enderezó y les dijo: El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo” (vv. 7-8). Aunque muchos de nosotros, ante la insistencia de los demás y no dejaros tranquilos, nos enojaríamos y reaccionaríamos mal; Jesucristo más bien, habla para seguir en lo que estaba haciendo, invitando a TODOS que vean su propia vida, los que NO tengan PECADOS arrojen las piedras como dice la Ley: ¿Quién de nosotros está libre de pecado?

 

Es lo que entendieron las personas que escucharon esa lapidaria respuesta del Maestro, el Hijo de Dios: “Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí” (v. 9). Todas las personas se fueron retirando, el texto, nos señala desde los adultos mayores, uno tras otro se fueron marchando, dejando solo a la MUJER, aquella que querían JUZGAR y CONDENAR. Y nosotros: ¿Condenamos a los pecadores?

 

Si comprendiéramos la VERDAD de los Santos Evangelios, NO haríamos actos de condena al prójimo, nos pasaría lo mismo que a ese grupo de personas, y solamente quedarían las preguntas del Maestro: “E incorporándose, le preguntó: Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?” (v. 10). Aquí es más fácil cuando nosotros somos los juzgados, esperamos que no haya acusadores ni personas que nos condenen; aunque en muchas ocasiones nuestros familiares son los primeros en juzgarnos y condenarnos por nuestras decisiones sobre nuestra sexualidad, sobre nuestras vidas de pareja o sobre nuestra vida matrimonial. Y PARA TI: ¿Te has sentido condenado y juzgado por los demás?

 

Para aquellos, que si nos hemos sentido condenados por nuestro entorno, y juzgados, viene Jesucristo a nuestro encuentro para recordarnos la mirada divina: “Ella le respondió: Nadie, Señor. Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante” (v. 11). Dios no condena, más bien PERDONA TODO. Y PARA TI: ¿Cómo experimentas el Perdón Divino en tu vida? ¿Cómo vives el PERDÓN entre los hermanos de comunidad cristiana?

 

 

EVANGELIZAMOS:

 

Nuestra evangelización surge del encuentro con Jesucristo, en este día, desde el PERDÓN manifestado a la mujer que comete adulterio; de la misma manera, somos perdonados por Jesucristo en el acontecimiento de la CRUZ; ahora bien, esto implicaría  actualizar el PERDÓN en nuestras vidas: ¿Cómo recibimos este Perdón de Dios en la actualidad, en nuestras comunidades cristianas?

 

En este sentido, no se trata solamente del perdón divino, sino del perdón mutuo, de nuestra esencia cristiana a ejemplo de Jesucristo, somos personas de oración, de enseñanza y de la vivencia del perdón, los unos a los otros, por esta razón, los cristianos estamos llamados a VIVIR PERDONANDO. Y TÚ: ¿Lo haces y lo harás?

 

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