¿COMPARTIMOS LA FIESTA CON LOS QUE HAN SIDO ENCONTRADOS?
CONTEMPLAMOS:
En este primer día de la semana, queremos adentrarnos en
unos de los relatos más hermosos contenidos en los Santos Evangelios, la
conocida parábola del “Hijo Pródigo”, aunque desde hace unos treinta años,
muchos comenzaron a llamarla la Parábola del Padre Misericordioso o la Parábola
de los dos hermanos; con este telón de fondo, les invitamos a contemplar
nuestras relaciones familiares, en primer lugar, hacia nuestros Padres: ¿Cómo es
nuestra Madre? ¿Cómo es nuestro Padre? ¿Son personas misericordiosas como lo
muestra el Evangelista Lucas?
Desde nuestra mirada a la vivencia de la paternidad y
maternidad, los invitamos a dedicar tiempo en las relaciones de hermanos: ¿Cómo
ha sido nuestra vida con nuestros hermanos? Para ello, es bueno traer a nuestra
mente los recuerdos de infancia, de adolescencia, de juventud, ciertamente esos
años, se fue forjando nuestra relación actual, que tenemos como adultos, con
nuestros hermanos. Y PARA TI: ¿Cómo es la relación con tus hermanos?
Tal vez, muchos nos encontramos alejados de ellos
geográficamente, eso impide vernos muy seguido, reconociendo que nos
encontramos solamente en fechas importantes y significativas, en algunas
vacaciones, aunque siempre comunicados y con mucho amor fraternal; en cambio,
otras personas se encuentran con sentimientos negativos hacia sus hermanos,
llenos de envidia por la crianza de competencia que nos enseña el mundo y al
interior de muchas familias, junto a esta envidia, muchos estarán colmados de
ira y rabia por alguna traición de los hermanos; y algunos más estarán llenos
de tristeza por la pérdida de su hermano ante la muerte inesperada. Y para
nosotros: ¿Cómo es la situación actual con nuestros hermanos?
Habiendo contemplado estos aspectos de nuestras familias,
les desafiamos a dar un paso más, por un lado, ver la hermandad en la esfera de
la FE UNIVERSAL, en la que creemos que toda la humanidad compartimos el ser
hermanos por tener un mismo Dios, Creador de todos y todas, al reconocer esta realidad fraternal, nos preguntamos: ¿Cómo es
nuestro trato con nuestros hermanos budistas, hinduistas, musulmanes y judíos? Esto
por enumerar las grandes religiones del mundo; y por otro lado, veamos la FE
CRISTIANA; la que UNE a todos los creyentes en Jesucristo, como lo expresa el
Apóstol Pablo en una de sus cartas: “Y ustedes no han recibido un espíritu de
esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos,
que nos hace clamar a Dios Padre. El mismo espíritu se une a nuestro espíritu
para dar testimonio de que somos hijos de Dios” (Romanos 8, 15-16). Es decir,
todos los cristianos somos hijos de Dios, por lo tanto, hermanos los unos con
los otros; entonces: ¿Cómo es nuestro trato entre evangélicos, católicos,
luteranos y anglicanos? Y PARA TI: ¿Cómo es tu trato al hermano cristiano?
DISCERNIMOS:
Al discernir sobre el “Buen Mensaje” de Jesucristo,
debemos lograr comprender adecuadamente la enseñanza en las parábolas,
recordando a quienes están dirigidas, en este caso, nos encontramos en el
capítulo 15 del evangelio Lucas en que le habla a los fariseos y saduceos, a
ellos le dirige esta tercera parábola: “Jesús dijo también: Un hombre tenía dos
hijos. El menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de herencia que
me corresponde. Y el padre les repartió sus bienes" (Lucas 15, 11-12). Nos
hace pensar en la relación de un Padre con sus dos hijos, y en la petición del
menor de ellos, que pide la herencia, desde nuestras realidades y diversas
culturas: ¿Cómo se puede interpretar el hecho de pedir la herencia?
El texto nos cuenta que el Padre hace posible la petición
de su hijo, dice que dio sus bienes: ¿Qué haríamos nosotros con parte de la
herencia de nuestros padres? Es aquí que vemos el camino que desea emprender el
hijo menor: “Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se
fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya
había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a
sufrir privaciones” (vv. 13-14). Una vida fácil, que nos demuestra que el
dinero fácil se va rápidamente de nuestras manos, y aquel que tenía la
herencia, ya se queda sin nada para vivir, y comienza a sufrir privaciones:
¿Qué hacer si no tenemos dinero y vivimos un país extranjero? ¿Cómo conseguir
alimentación y alojamiento?
“Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de
esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado
calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las
daba” (vv. 15-16). Este hombre decide trabajar en el cuidado de cerdos, es en
esta situación que logra discernir sobre su vida: ¿Cuándo hemos reflexionado
sobre nuestras vidas? ¿En qué situaciones logramos profundizar en nuestro
interior?
“Entonces recapacitó y dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi
padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora
mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y
contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus
jornaleros" (vv. 17-19). En este contexto, es capaz de recapacitar para
pedir perdón a su Padre, es la toma de consciencia que algo anda mal en su
vida. Y nosotros: ¿Cuándo hemos recapacitado? ¿Cómo hemos vuelto al camino del
Reino de Dios? ¿Qué trato esperamos recibir de Dios?
Sin duda, no se trata solamente de la toma de
consciencia, sino de salir: “Entonces partió y volvió a la casa de su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente,
corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó” (v. 20). Tal como este hijo menor,
partir al encuentro con su Padre, volver a la casa paterna: ¿Cuántas veces
hemos tenido que volver a la casa de nuestros padres? Con la intención de
recuperar lo perdido, de tener un tiempo de consuelo y de amor maternal; es lo
que nos muestra este Padre, desde su AMOR se conmueve para correr al encuentro
con el hijo, abrazarlo y besarlo, desde este momento, ya no importa las
palabras del hijo menor: “El joven le dijo: Padre, pequé contra el Cielo y
contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo" (v. 21). La actitud del joven
queda atrás, ya que todo es menor al AMOR del Padre: ¿Cómo sentimos el Amor
familiar? ¿Cómo experimentamos el Amor de Dios Padre y Madre?
En este caso, veamos qué hace el Padre: “Pero el padre
dijo a sus servidores: Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un
anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y
mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la
vida, estaba perdido y fue encontrado. Y comenzó la fiesta” (vv. 22-24). Le
devuelve al dignidad de HIJO, expresado en el anillo, la ropa y las sandalias;
y junto a ello, celebra una gran fiesta, porque descubre que su hijo ha vuelto
a la vida, ha sido encontrado. Y nosotros: ¿En qué situaciones hemos sentido
que hemos vuelto a vivir? Y PARA TI: ¿Cómo vuelves a vivir? ¿Cómo recuperamos
la Dignidad que hemos perdido?
Tal vez, es lo primero que necesitamos sentirnos DIGNOS;
ya que muchas personas se sienten INDIGNOS ante los demás, ante la familia,
ante Dios, indignos para recibir amor, indignos para recibir atenciones y
cariño; quizás es lo que le pasaba al hermano mayor de esta familia: “El hijo
mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los
coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó
que significaba eso” (vv. 25-26). Siendo uno de los dueños, llama a uno de los
sirvientes, para saber qué pasaba, el ¿Por qué de la fiesta en su casa?
“Él le respondió: Tu hermano ha regresado, y tu padre
hizo matar el ternero y engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo"
(v. 27). El sirviente le comparte la “Buena Noticia”, un “Buen Mensaje” para
él, su hermano está sano y salvo: ¿Qué sentimientos provoca una noticia de esta
magnitud en nuestras vidas? Veamos su reacción: “Él se enojó y no quiso entrar.
Su padre salió para rogarle que entrara” (v. 28). En vez de alegrarse junto a
los demás, se ENOJA, quizás se siente frustrado y con rabia; es aquí, en dónde
sigue el protagonismo del PADRE: “Pero él le respondió: Hace tantos años que te
sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste
un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha
vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el
ternero engordado!" (vv. 29-30). Aunque el Hijo manifiesta su postura,
siempre fiel a tus mandatos, no se sentía dueño (DIGNO); quizás por ello, hacía
todo para agradar la Padre, quizás en busca de una retribución que nunca
llegaba, ni un cabrito para compartir con mis amigos, y a ese hijo tuyo el
ternero más gordo. Y nosotros: ¿Cómo sentimos que es nuestra relación con Dios
Padre? ¿Cómo es nuestra acogida con nuestros hermanos perdidos?
Es el Padre que tiene la última palabra: “Pero el padre
le dijo: Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo
que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la
vida, estaba perdido y ha sido encontrado" (vv. 31-32). También le
devuelve su dignidad perdida, no necesitaba trabajar de sol a sol para agradar
a Dios Padre, ya que era dueño de todo; aunque era el momento de celebrar una
fiesta y alegrarse por el encuentro con el Hijo menor, con su hermano; ante las
palabras del PADRE, el evangelio nos deja con el final abierto, no sabemos si
el Hijo mayor entro o no a la fiesta, tal vez, con la intención de ver la
actitud de sus oyentes, que un principio criticaban que Jesucristo se siente a
la mesa con publicanos y pecadores, serían capaces los saduceos y fariseos de
sentarse a celebrar la fiesta de la conversión, en la alegría del encuentro con
el hermano en la FE divina. Y TÚ: ¿Cómo celebras la Fe y la conversión con los
demás creyentes del mundo?
EVANGELIZAMOS:
Justamente a la luz de Jesucristo, en este día, desde la
Parábola del Padre Misericordioso, estamos invitados a actuar de la misma
manera, por un lado, acoger a los hijos perdidos, ya sea estén lejos o cerca;
porque muchas veces nos perdemos, nuestra esencia, lo que es importante, nos
perdemos en el enojo, la rabia, la ira, como le sucedió al hermano mayor:
¿Cuántas veces nos hemos perdido momentos gratos en familia por estar enojados
con algún familiar?
En este sentido, queremos descubrir la invitación de Dios
a CELEBRAR: ¿Cómo vivimos la fiesta en nuestras comunidades cristianas? Con
esta pregunta queremos renovar nuestra forma de celebrar, en un proceso de una
nueva evangelización, en cada domingo, sea una FIESTA de los convertidos en
Dios, que sea una manifestación real de nuestra FE vivida cada día: ¿Es así
para los cristianos? Y PARA TI: ¿Es así?
Ahora bien, si es o no, lo importante es el presente,
comenzar a COMPARTIR la vivencia de la FE cristiana con todos los cristianos,
entre católicos y evangélicos, entre luteranos y anglicanos, entre todos y
todas para crecer en la Unidad de la Iglesia de Jesucristo. Y los cristianos:
¿Cómo vivenciamos la experiencia del ECUMENISMO? Y TÚ: ¿Eres una persona que
celebra el Ecumenismo?
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