¿CÓMO VAMOS A MORIR?

 CONTEMPLAMOS:


Este martes, queremos recordar a los mártires del siglo XVII, aquellas personas que dieron su vida en Norteamérica, por anunciar el “Buen Mensaje” de Jesucristo, quizás ellos recordaban las mismas palabras del Maestro, las que leemos en algunas festividades de los mártires de la Iglesia de Jesucristo, aquellos cristianos que siguen de manera radical al Hijo de Dios que nos sigue diciendo: “Después dijo a todos: El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará” (Lucas 9, 23-24). Y nosotros: ¿Somos capaces de ir detrás del Maestro? ¿Queremos renunciar a nosotros mismos por Jesucristo? ¿Cargamos con nuestras cruces de la vida diaria? ¿Estamos dispuestos a dar nuestra vida por el “buen mensaje” del Salvador del mundo?

 

Estas preguntas nos ayudan a medir nuestra recta intención sobre la vida cristiana, más cuando queremos recordar a aquellas personas que han sido testimonio de martirio, estos cristianos nos revelan el ¿Cómo? se debe vivir el seguimiento a Jesucristo, recordando la misma pregunta del Maestro: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?” (Lucas 9, 25). Ciertamente para los cristianos, para los seres humanos: ¿De qué nos sirve ganar y ser exitoso para el mundo, si perdemos la posibilidad de llegar a la Vida Eterna?

 

Creemos y esperamos en Dios Trinidad que muchos creyentes tomen consciencia de que el seguimiento a Jesucristo nos regala la vida eterna, que nada nos debe detener en la vivencia de sus enseñanzas, solamente así entendemos y comprendemos su mensaje que nos señala: “No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10, 34-37). La exigencia del Maestro es AMARLO por sobre padres e hijos: ¿En verdad amamos más a Jesucristo que a nuestra madre? ¿Amamos más al Hijo de Dios que a nuestros propios hijos?

 

Muchas madres están dispuestas a dar la vida por sus hijos, a ellas, le preguntamos: ¿Están dispuestos a dar la vida por Jesucristo? Sabemos que muchos hijos afirman que no pueden vivir sin su madre, no le encuentran sentido a la vida, sin ella, a ellos, le preguntamos: ¿Sienten lo mismo por Jesucristo? ¿Es realmente el Hijo de Dios, él que les da sentido a su vida y existencias? Esperamos que SI, ya que nos sigue diciendo: “El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará” (Mateo 10, 38-39). Y PARA TI: ¿Has tomado tu cruz para seguir al Maestro? ¿Has encontrado tu vida en Jesucristo?

 

 

DISCERNIMOS:

 

A partir de nuestra contemplación al seguimiento de Jesucristo, queremos iluminar con su palabra nuestro destino final, al igual que nuestro Maestro, nos podemos seguir preguntando: ¿Cómo vamos a morir? Al discernir lo haremos con el Evangelista Juan en el capítulo 12: “Él les respondió: Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado” (v. 23). En el texto iniciamos mirando la hora de la Glorificación del Hijo del Hombre, del Hijo de Dios; ha llegado la hora de muerte, de su partida al Reino de su Padre: ¿Cómo sucederá este acontecimiento en Jesucristo? ¿Cómo puede suceder para cada uno de nosotros?

 

Ciertamente el Maestro nos habla del sentido de la muerte: “Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (v. 24). Así como el grano de trigo que debe morir para dar fruto, de la misma manera, debemos morir para dar fruto; esto lo podemos ver en dos sentidos: el primero, que nos habla de la muerte y el fruto de la vida eterna, en nuestras muertes terrenas; y segundo, en el sentido espiritual; que podemos ir muriendo en nuestras actitudes para dar fruto en la vida terrena, morir a nuestro ser, a nuestras personas para renacer en nuevos seres que damos fruto en el mundo. Y TÚ: ¿Qué fruto das a diario?

 

Tal vez, allí encontramos respuesta a nuestra falta de frutos; no hemos muerto en muchos sentidos, recordando la palabra del Maestro: “El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna” (v. 25). Es decir, para dar FRUTO debemos dejar los apegos de nuestras vidas, ya que hemos intentado crear nuestras zonas de bienestar, de confort, para disfrutar la vida desde nuestra propia perspectiva, y no en la mirada de Jesucristo. Y PARA TI: ¿Cuáles son tus apegos en la vida?

 

Quizás muchos cristianos viven en coherencia al “Buen Mensaje” de Jesucristo: “El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre” (v. 26). O sea, la vida del cristiano es de servicio a ejemplo del Maestro, un seguimiento en que nos hacemos SERVIDORES de la Palabra Divina, así permanecemos unidos a Él: ¿Lo estamos?

 

Es posible que ante esta forma de análisis, nos suceda lo mismo que a Jesucristo: “Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré: «Padre, líbrame de esta hora? ¡Sí, para eso he llegado a esta hora!” (v. 27). Nuestro ser se siente turbada, con dudas e interrogantes, al tratar de descubrir cómo debemos vivir nuestra o con temor al encontrarnos con el misterio de la muerte, la de nosotros o a la de los seres humanos: ¿Cómo vamos a enfrentar nuestra hora final? Y TÚ: ¿Estás preparado para la muerte?

 

Esperemos que lo vivamos de la misma manera que el Hijo de Dios: “¡Padre, glorifica tu Nombre! Entonces se oyó una voz del cielo: Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar” (v 28). Que como hijos adoptivos de Dios escuchemos su VOZ, que nos llama a la Gloria, a la Vida Eterna; en la que podamos contemplar el paso de la vida terrena a la vida del Reino de Dios, que se sigue manifestando a sus hijos: “La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: Le ha hablado un ángel” (v. 29). De la misma manera, existe en el tiempo presente, una multitud de personas que no logran entender los signos de Dios, ni logran escuchar la PALABRA de Jesucristo, como palabra divina que nos quiere comunicar un mensaje: ¿Qué “buen mensaje” recibimos de parte de Dios Padre en Jesucristo con la asistencia del Espíritu Santo?

 

Es lo que nos recuerda el Maestro: “Jesús respondió: Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes” (v. 30). Una voz que sigue proclamando para nosotros, un mensaje que se encuentra dirigido a cada uno de nosotros: “Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (vv. 31-32). Para un permanente JUICIO de nuestras vidas, en cuanto creemos y permanecemos unidos a Jesucristo, el Hijo de Dios, desde la CRUZ; recordando que TODOS y TODAS debemos cargar con nuestras cruces de cada día: “Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir” (v. 33). Siguiendo el ejemplo de Jesucristo, una vida que se vive para MORIR por los demás. Y TÚ: ¿Cómo vas a morir? ¿Qué testimonio darás hasta el momento de la muerte terrena? ¿Estás dispuesto a dar la vida por el “Buen Mensaje” de Jesucristo?

 

 

EVANGELIZAMOS:

 

Este es el camino de los primeros seguidores de Jesucristo, vivir una vida con Jesucristo, una vida de dar testimonio del Evangelio del Hijo de Dios, una de las personas que nos describe su seguimiento es el Apóstol Pablo, a la hora de evangelizar, es bueno ver su vida, y la entrega de su vida, como lo escribió en una de sus cartas: “Tú, en cambio, vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu tarea como predicador del Evangelio, cumple a la perfección tu ministerio. Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hay aguardado con amor su Manifestación” (2 Timoteo 4, 5-8).

 

Por un lado, la invitación a vigilar nuestras vidas realizando nuestra tarea de la predicación del Evangelio: ¿Cómo predicamos el “Buen Mensaje” de Jesucristo? ¿Cumplimos con esta tarea?

 

Y por otro lado, el sentido de encontrarse con la muerte, en su caso, en el martirio por medio de la decapitación, que le hace reconocer su vida vivida; una persona que ha dado testimonio de su fe cristiana, ha corrido la carrera de la vida para alcanzar el Reino de Dios en el cuál ha creído por medio del Hijo de Dios; y que tiene la seguridad de alcanzar la justicia divina, y que nos tiene Dios reservado para TODOS los que hemos AMADO su revelación. Y TÚ: ¿Cómo te preparas para el encuentro final con Dios?

 

 

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