JESUCRISTO NOS ELIGE PARA SER SUS DISCÍPULOS
CONTEMPLAMOS:
En la religión cristiana existe un profundo sentir de tener a Jesucristo como centro y culmen de la predicación; no siempre se ha logrado, menos entender en profundidad lo que Jesucristo vino a instaurar hace dos mil años; para muchos una Iglesia con Obispos, sacerdotes, diáconos y religiosos, para otros pastores que guíen al pueblo Santo de Dios, quizás en el deseo de la compasión de Jesucristo, que veía a la multitud como ovejas sin pastor; aunque la petición a sus cercanos fue la siguiente: “Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” (Mateo 9, 36-38). ¿Pedimos esto a Dios Padre?
En verdad, podemos deducir que hablaba comparaba a la gente como ovejas y como la “COSECHA”, la cual era abundante, en cambio NO PIDE que hayan “PASTORES”, sino trabajadores; ante tal situación podemos seguir contemplando nuestras realidades eclesiales y preguntarse: ¿Tenemos trabajadores para la viña del Señor? En consecuencia, si Jesucristo nos pide tener TRABAJADORES para la cosecha, porque tenemos Pastores, Sacerdotes, Diáconos, Obispos, Patriarcas, por enumerar algunos nombres que le damos a las funciones ministeriales en nuestras comunidades cristianas: ¿Por qué razón hemos creado esos títulos que en muchas ocasiones son cargos de poder y no de trabajo y servicio como lo quería Jesucristo?
Recordemos sus propias palabras: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mateo 20, 25-28). Al parecer, hemos caído en lo mismo de las jefes de las naciones e instituciones, personas que están a la “CABEZA” para hacernos sentir su autoridad, y no ser SERVIDORES a ejemplo del Maestro: Jesucristo; menos pastores que se hagan esclavos de los fieles y de los demás, cuando muchos no quieren soltar su estatus social y de poder ante los demás, en verdad, nos seguimos preguntando ante tal contemplación: ¿Está es la comunidad de discípulos que eligió Jesucristo? Recordando sus palabras de la última cena: “No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá” (Juan 15, 16). Hemos sido elegidos por el mismo Jesucristo para dar FRUTO, y un FRUTO que sea duradero, este es nuestro destino y fin; en este sentido, si hemos sido elegidos por Él: ¿Para qué fuimos elegidos?
DISCERNIMOS:
Al discernir sobre la elección de Jesucristo, debemos mirar con detención los santos Evangelios, ciertamente desde ellos debemos afirmar: Que Jesucristo NO eligió SACERDOTES, ni nombro párrocos, ni dijo vayan por el mundo a crear DIOCESIS y Parroquias; hagan templos dedicados a mi Sagrado Corazón, a mi Madre y a los Santos, y así podemos decir muchas prácticas de nuestras Iglesias que NADA tienen que ver con el Evangelio proclamado por Jesucristo, lo de Jesucristo, al parecer, fue más sencillo: “Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y con ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron” (Marcos 1, 19-20). Solamente caminaba a la orilla del Mar y en ese peregrinar llamaba a personas para que lo siguieran; en este sentido, podemos señalar que hemos sido llamados por Jesucristo para seguirlo: ¿Somos auténticos seguidores de Jesucristo?
Para muchos la autenticidad se logra por la pertenencia a una Iglesia, para otros por la recepción del rito del bautismo; aunque sería bueno recordar que a la hora de llamar Jesucristo a las personas que lo sigan, NO los bautizaba, insistimos era algo más sencillo: “Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos. Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: ¿Por qué come con publicanos y pecadores? Jesús, que había oído, les dijo: No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Marcos 2, 14-17). Uno puede deducir desde las palabras de los escribas que Jesucristo era considerado un MAESTRO y que tenía varios discípulos que escuchaban sus enseñanzas, entonces, Leví fue elegido para SER DISCÍPULO; además vemos que, desde la respuesta de Jesucristo, sus discípulos los elegidos y los llamados por Él son personas PECADORAS, ya que es su tarea y misión divina: Vino a llamar a los PECADORES y aunque sean así estas personas, son sus auténticos DISCÍPULOS. Y nosotros: ¿Somos verdaderos discípulos de Jesucristo?
Para SER un verdadero discípulo se debe demostrar día a día, en el peregrinar junto a Jesucristo, así fue desde el inicio del cristianismo: “En esos días, Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor (Lucas 6, 12-16). De los muchos discípulos elige a DOCE para que sean sus Apóstoles, o sea, sus ENVIADOS: ¿Para qué son enviados estos doce discípulos?
Con esto, podemos concluir que Jesucristo ha elegido personas que serán enviadas a una misión en su nombre, como lo señala después de su resurrección: “Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?». Él les respondió: No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1, 6-8). Estos apóstoles tienen la TAREA de ser TESTIGOS de Jesucristo en todo el mundo. Y TÚ: ¿Qué clase de TESTIGO eres de Jesucristo?
EVANGELIZAMOS:
Al contemplar la imagen de Jesucristo y discernir sobre su vida entre nosotros, logramos descubrir lo que quiere el Maestro de nosotros, que seamos sus discípulos, o sea, personas capaces de SEGUIR sus enseñanzas: ¿Cómo ponemos en prácticas las palabras de Jesucristo?
Esta puesta en práctica por parte de cada creyente lo llamamos EVANGELIZACIÓN; que desde nuestra FE nos lleva a afirmar que siempre es una elección divina, es el mismo Dios Trinidad que sigue llamando a cada persona, es decir, la santísima Trinidad es quien toma la iniciativa en el llamado y en la elección de cada uno de nosotros; para ser discípulos, apóstoles y testigos; lo que conlleva, desde la perspectiva de la religión cristiana, que Jesucristo sea nuestro único Maestro, por lo tanto, nosotros seamos sus discípulos: Y PARA TI: ¿Cómo vives tu discipulado?
Conocer a Jesucristo y su Palabra, mi vida tuvo sentido, supe del gran amor que me tiene y de su gracia para perdonarme.
ResponderBorrarJesús es mi consuelo y mi motivo para caminar en esta vida. Él, en los Santos Evangelios, nos manda a anunciar su Palabra a todos, más aún, a los afligidos e insatisfechos, Jesús quiere que todos seamos salvos y seamos hermanos, para ser dignos hijos de Dios y vivir la alegría de ser cristiano desde éste mundo.
Bendito Dios, que tu Santo Espíritu me llene para anunciar tu Palabra y que todos sepan que tú eres el hijo de Dios que llena, perdona, anima y nos prometes vida eterna.