EL CUERPO DE JESUCRISTO

 

CONTEMPLAMOS:

¿Qué o quiénes son el Cuerpo de Cristo? Puede ser la pregunta de estos días, al celebrar nuevamente la festividad de Corpus Christi, recordando la imagen que nos narran las Sagradas Escrituras en la biblia cristiana; queremos reconocer en Jesucristo a la cabeza de la Iglesia, con ello, señalarlo como aquel que estableció una comunidad de seguidores, de discípulos que se reunían en torno a sus enseñanzas como nos lo cuentan los Santos Evangelios: “Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña en el campo. Él les respondió: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles” (Mateo 13, 36-39). ¿Qué desprendemos de la explicación de Jesucristo a sus discípulos?

 

Desde esta enseñanza a sus discípulos se va formando una comunidad, en la que Jesucristo les propone la vivencia del perdón mutuo: “De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños. Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o republicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mateo 18, 14-18). Se trata de ganar un hermano, como señalamos, hoy en día, HERMANOS en la FE: ¿Cómo es nuestro trato con nuestros hermanos en la FE Trinitaria? ¿Cómo es nuestra relación con los que creen en Dios?

 

Justamente es desde la FE que se construye el CUERPO de Cristo, ya que todos al creer somos parte del Cuerpo de Jesucristo, que es la Iglesia, es lo que señala San Pablo en varias de sus cartas, es desde sus textos que descubrimos al VERDADERO CUERPO de Jesucristo, que es la Iglesia: “Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles también son necesarios, y los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera. Pero Dios dispuso el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios. ¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría. Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo” (1 Corintios 12, 22-27). Y PARA TI: ¿Cómo es tu participación en el Cuerpo de Jesucristo?

 

 

DISCERNIMOS:

 

Junto al análisis de nuestra participación y al discernir sobre el Cuerpo de Jesucristo, queremos adentrarnos en la mirada que nos presentan los escritos del Apóstol Pablo, recordando que fue como vivieron la FE varias comunidades cristianas primitivas, la Fe cimentada en Jesucristo, quien era considerado la cabeza de la Iglesia, por ende, cada creyente se convertía en parte del Cuerpo de Jesucristo: “Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros con diversas funciones, también todos nosotros formamos un solo Cuerpo en Cristo, y en lo que respecta a cada uno, somos miembros los unos de los otros. Conforme a la gracia que Dios nos ha dado, todos tenemos aptitudes diferentes. El que tiene el don de la profecía, que lo ejerza según la medida de la fe. El que tiene el don del ministerio, que sirva. El que tiene el don de enseñar, que enseñe. El que tiene el don de exhortación, que exhorte. El que comparte sus bienes, que dé con sencillez. El que preside la comunidad, que lo haga con solicitud. El que practica misericordia, que lo haga con alegría” (Romanos 12, 4-8). Con esto, reconocemos que somos muchos miembros, o sea, son miembros TODOS los que CREEN en Jesucristo, aquellos que compartimos la Fe Cristiana; ya que en el formamos un SOLO CUERPO, que es la Iglesia; ante esta realidad, es bueno recordar las palabras del Maestro: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros” (Juan 15, 14-17). En este sentido, los miembros de la Iglesia debe ser AMIGOS de Jesucristo, y nosotros: ¿Qué clase de amigos somos de Jesucristo?

 

Desde nuestra vivencia en la AMISTAD con Jesucristo, nos hacemos sus discípulos y amigos de Jesucristo, al conocer TODO lo que nos revelo de su Padre Dios; recordando que esta participación es una ELECCIÓN de su parte, o sea, hemos sido ELEGIDOS para ser parte del CUERPO de Jesucristo, y como miembros de su cuerpo, hemos sido elegidos por Él para DAR FRUTO: ¿Qué fruto duradero damos como parte integrante del Cuerpo de Jesucristo?

 

Con esto, queremos devolver el auténtico sentido al hablar sobre el CUERPO de Jesucristo, más allá del acto sacramental en los dones del Pan y del Vino, y del sentido que le podemos dar a sus palabras: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” (Juan 6, 53-54). Ya que nos habla del verdadero alimento, que es Él mismo, su carne y sangre: ¿Cómo nos alimentamos de Jesucristo?

 

Esta nueva forma de ALIMENTARNOS es la verdadera comida y bebida, es una manera de permanecer en Jesucristo: ¿Cómo lo logramos?  “Él existe antes que todas las cosas y todo subsiste en él. Él es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. Él es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que él tuviera la primacía en todo, porque Dios quiso que en él residiera toda la Plenitud. Por él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz” (Colosenses 1, 17-20). Para nosotros, la permanencia y nuestra subsistencia se encuentra en Jesucristo, aquel que consideramos nuestra CABEZA; siendo el primero en todo para nosotros, mirando el momento final de nuestras existencias es nuestro guía, ya que por su sangre derramada nos RECONCILIA con toda la creación, al ser parte de esta mirada universal: ¿Cómo vivimos la reconciliación con toda la humanidad y toda la creación en Jesucristo, nuestra cabeza?

 

 

EVANGELIZAMOS:

 

A nuestra vivencia personal, la denominamos EVANGELIZAR, ya que desde nuestras vidas de FE anunciamos a Jesucristo con nuestra forma y estilo de vida: ¿Tenemos el mismo estilo de vida de Jesucristo? ¿Somos como el Maestro? ¿Nos dejamos guiar por la cabeza de la Iglesia?

 

Estas interrogantes pueden desafiar nuestra forma de vivir nuestra misión eclesial, como miembros de un solo CUERPO en Jesucristo: “Él puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas” (Efesios 1, 22-23). Es Dios Padre quien lo constituye como Cabeza de nosotros, reconociendo que en Jesucristo somos plenos, los cristianos: ¿Somos personas plenas en Jesucristo?

 

“Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo. Así dejaremos de ser niños, sacudidos por las olas y arrastrados por el viento de cualquier doctrina, a merced de la malicia de los hombres y de su astucia para enseñar el error. Por el contrario, viviendo en la verdad y en el amor, crezcamos plenamente, unidos a Cristo. Él es la Cabeza, y de él, todo el Cuerpo recibe unidad y cohesión, gracias a los ligamentos que lo vivifican y a la acción armoniosa de todos los miembros. Así el Cuerpo crece y se edifica en el amor” (Efesios 4, 12-16). ¿Somos edificados en el Amor de Jesucristo? Realmente hacemos vida esto que nos enseña el Apóstol en su carta, vivir unidos en Jesucristo, como el cuerpo a su cabeza. Y TÚ: ¿Cómo creces y edificas en el Amor a los demás miembros del Cuerpo de Jesucristo?

 

Comentarios

  1. Bendito sea Dios, bendito seas mi Señor, por tu amor y tu misericordia, nos das vida, te preocupas por el hombre y además de entenderlo, lo amas y lo salvas hasta de él mismo.

    Siendo iglesia de Jesús, conformada por el cuerpo que, somos nosotros, cristianos y Jesús por cabeza, todos, somos necesarios, hasta los de más abajo, quienes son los que permiten caminar, las extremidades que crean, y los órganos internos que no dejan de trabajar para que el cuerpo funcione y, así, como un cuerpo que, no se alimenta bien, no toma o come sano, enferma, también el cuerpo de Cristo, nosotros, y muchas veces no nos conocemos y no sabemos nuestra función que es amarnos y cuidarnos, vivimos alejados unos de los otros miembros, de otros cristianos, muchas veces son saber que existimos o de qué adolecemos, un cuerpo que enferma y muere.

    Señor, manda tu Santo Espíritu e iluminanos a los que nos decimos cristianos, empezando por no dividirnos ni juzgarnos para honrarte y ponerte como nuestra meta en nuestra vida, que nuestros pensamientos sean para ti y por ti... Amén

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  2. Bendito sea Dios, bendito seas mi Señor, por tu amor y tu misericordia, nos das vida, te preocupas por el hombre y además de entenderlo, lo amas y lo salvas hasta de él mismo.

    Siendo iglesia de Jesús, conformada por el cuerpo que, somos nosotros, cristianos y Jesús por cabeza, todos, somos necesarios, hasta los de más abajo, quienes son los que permiten caminar, las extremidades que crean, y los órganos internos que no dejan de trabajar para que el cuerpo funcione y, así, como un cuerpo que, no se alimenta bien, no toma o come sano, enferma, también el cuerpo de Cristo, nosotros, y muchas veces no nos conocemos y no sabemos nuestra función que es amarnos y cuidarnos, vivimos alejados unos de los otros miembros, de otros cristianos, muchas veces son saber que existimos o de qué adolecemos, un cuerpo que enferma y muere.

    Señor, manda tu Santo Espíritu e iluminanos a los que nos decimos cristianos, empezando por no dividirnos ni juzgarnos para honrarte y ponerte como nuestra meta en nuestra vida, que nuestros pensamientos sean para ti y por ti... Amén

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