JESUCRISTO Y EL ESPÍRITU SANTO
CONTEMPLAMOS:
Ya próximos a celebrar un nuevo Pentecostés queremos hablar sobre la relación de Jesucristo con el Espíritu Santo, más allá de nuestras interpretaciones posteriores sobre la divinidad y su relación, veremos que nos dicen los Santos Evangelios sobre esta unidad de estas personas de la Santísima Trinidad, recordemos lo que nos narra el Evangelista Mateo sobre el Origen del Hijo de Dios en la tierra: “Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no han vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo” (Mateo 1, 18-20).
Al contemplar a la familia de Jesús, en su madre, María y su prometido José se manifiesta la intervención divina, no tan solamente en la presencia del Ángel del Señor, sino también en la persona del Espíritu Santo que obra para la concepción y engendrar al Hijo de Dios en María, su madre, que ha quedado embarazada por la fuerza del Espíritu Santo: ¿Creemos en estas realidades?
Lo mismo nos señala el Evangelista Lucas ante la interrogante de María de cómo se produciría su embarazo: “El Ángel le respondió: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1, 35). Afirmando la actuación del Espíritu Santo como DESCENDER para manifestar el PODER de Dios, y así producir el embarazo en María, con esto, queremos señalar la UNIDAD de las personas divinas, ya que en cierto modo los dos DESCIENDEN al mismo tiempo en la persona de María; el Espíritu Santo para producir el fruto del vientre y el Hijo para encarnarse en el seno MATERNO, el Verbo en la persona de Jesucristo; con ello, podemos marcar la UNIDAD de la actuación divina, o sea, cuando obra una persona de la Santísima Trinidad todos obran de cierta forma y manera: ¿Cómo vemos la Obra de Dios Trinidad en nuestras vidas?
Contemplemos la UNIDAD en la misión de Jesucristo, como nos va relatando el mismo Evangelio: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto” (Lucas 4, 1). Aquí vemos como el Espíritu Santo es el que conduce a Jesucristo quien está lleno del mismo para iniciar su misión terrena entre nosotros, como seguidores de Jesucristo: ¿Cómo nos dejamos guiar por el Espíritu Santo? Y TÚ: ¿Cómo vives la relación con el Espíritu Santo?
DISCERNIMOS:
Ahora bien al discernir sobre esta relación divina, debemos comprender que muchos han interpretado de diversas formas esta UNIDAD, para algunos se inicia en el Bautismo de Jesucristo, como lo narra los Santos Evangelios en la predicación del Bautista: “Y Juan dio este testimonio: He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios” (Juan 1, 32-34). Una misión que se complementa ya que, por un lado, el Espíritu Santo manifiesta y revela quien es el Hijo de Dios; y por otro lado, es el Hijo de Dios quien bautiza con el Espíritu Santo, como lo señala Juan Bautista: “Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego” (Mateo 3, 11). ¿Qué ha provocado en nuestras vidas recibir un bautismo del Espíritu Santo?
En palabras de Jesucristo se trata de nacer de nuevo: “Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace de Espíritu es espíritu” (Juan 3, 5-6). Un nacimiento que nos llevará al Reino de Dios: ¿Cómo se manifiesta este renacer en nuestras vidas? ¿Qué conlleva nacer de nuevo en el Espíritu Santo? Aunque nos podemos realizar muchas preguntas en la mirada de la relación con el Espíritu Santo en nuestras vidas, recordando las palabras del Apóstol Pablo: “Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios. El mismo espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios” (Romanos 8, 14-16). Y para cada uno de nosotros: ¿Qué testimonio damos de nuestra condición de Hijos de Dios?
Es aquí que el testimonio de Jesucristo nos revela la UNIDAD que tiene con el Espíritu Santo: “Jesús volvió a Galilea con el poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Lucas 4, 14-19). Unidad que se manifiesta en cada momento importante de la vida de Jesucristo, en cada circunstancia, ya que SIEMPRE está sobre Él, como ungimiento para cumplir la misión divina: ¿Creemos que hemos sido ungidos por el Espíritu Santo en nuestras vidas? ¿Para qué misión hemos sido ungidos por Dios?
Este ungimiento se revela como una promesa de Jesucristo para sus discípulos, para sus seguidores que recibirán en plenitud el don del Espíritu Santo: “Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio” (Juan 15, 26-27). Un Espíritu Santo que nos impulsará a DAR TESTIMONIO de Jesucristo: ¿Qué testimonio damos de Él, si ya hemos recibido el Espíritu Santo?
Desde esta recepción en nuestras vidas, se debe MANIFESTAR en la comprensión de las verdades divinas, como lo expresa el MAESTRO: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho” (Juan 14, 23-26). Es el Espíritu Santo que nos enseña y nos ayuda a comprender las revelaciones divinas: ¿Qué hemos aprehendido del Espíritu Santo? Y PARA TI: ¿Cómo es tu relación con el Espíritu Santo?
EVANGELIZAMOS:
A luz de la relación Jesucristo con el Espíritu Santo, al contemplarlo y al discernir sobre su vida terrena, nos impulsa a imitar su existencia, dando testimonio del EVANGELIO con nuestras vidas, esto es la EVANGELIZACIÓN, en este día, con un impulso del Espíritu Santo, en su GUÍA, en su CONDUCCIÓN, tal como sucedió con el Jesucristo, debe suceder con cada uno de nosotros: ¿Creemos en la dirección del Espíritu Santo en nuestras vidas?
Esta FE es la que nos exige Jesucristo, esta adhesión al Espíritu Santo es lo que nos enseña como fundamental en la relación con DIOS TRINIDAD, ya que es el único PECADO que no se perdona: “Por eso les digo que todo pecado o blasfemia se les perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el futuro” (Mateo 12, 31-32). NO CREER en su PODER, en su FUERZA, en su MANIFESTACIÓN, en su GUÍA, en lo que PRODUCE en cada persona, es negar su actuación y por ende, una blasfemia en contra de la tercera persona de la Santísima Trinidad, en contra del Espíritu Santo, recordando que solamente basta pedirlo a Dios Padre para recibirlo: “Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan” (Lucas 11, 13). Y TÚ: ¿Pides el Espíritu Santo?
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