¿ERES TESTIGO DE JESUCRISTO?
CONTEMPLAMOS:
En continuidad al domingo recién pasado queremos seguir
contemplando las últimas apariciones del Resucitado, para seguir conociendo a Jesucristo
desde los Santos Evangelios, volvemos a insistir que el fundamento de nuestra
FE Cristiana se encuentra en la Resurrección de Jesucristo, y que una gran
prueba del acontecimiento de la Resurrección son las apariciones del Resucitado
a sus seguidores: ¿Cómo sería hoy para nosotros una aparición de Jesucristo?
Aquí no hablamos de la realidad de los sacramentos,
pensando en que nuestras comunidades cristianas creen en la presencia real de
Jesucristo en los signos sacramentales, sino en la presencia misma de
Jesucristo, en este sentido, cada creyente tendrá su propia mirada y
reconocimiento del Salvador en su vida; para nosotros la primera fuente de la
presencia del VERBO encarnado: “Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros” (Juan 1, 14); la encontramos en las Sagradas
Escrituras y eminentemente en los Santos Evangelios; desde ellos, queremos
contemplar: ¿Cómo y Dónde? se presenta Jesucristo; ¿Qué nos comunica y revela?;
¿A quiénes se manifiesta, ayer, hoy y siempre?
Con estas preguntas como telón de fondo para nuestro
artículo teológico deseamos caminar juntos a ustedes en el descubrimiento de la
persona de Jesucristo, para ello, se hace necesario abrir nuestra mente e
inteligencia para comprender mejor las verdades divinas que Dios nos revela;
especialmente en la persona de la PALABRA hecha carne: ¿Cómo acoges a la
Palabra encarnada en tu Vida? ¿Dónde recibes al Verbo encarnado?
Ahora ya no se trata de la historia del cristianismo o de
los demás, ni de religiones o iglesias, sino de cada uno de nosotros, cada
cristiano: ¿Cómo y Dónde? Se RECIBE la PALABRA REVELADA: ¿Cómo nos logramos
encontrar con Jesucristo cada día de nuestras vidas?
Desde el ¿cómo? Podemos CONSTRUIR nuestra FE CRISTIANA,
que siempre debe estar CIMENTADA en la persona de Jesucristo, ya que es la
piedra angular: “Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas,
que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo”
(Efesios 2, 20). Es Él mismo que se aparece a sus discípulos, es lo que nos
describe el Evangelista Lucas y veremos a continuación en nuestro
discernimiento con el Evangelio Dominical tomado de nuestro Leccionario de la
Iglesia Trinitaria, Apostólica y Ecuménica (ITAE). Y para nosotros: ¿Qué
significado tiene para nuestras vidas que Jesucristo sea nuestra piedra
angular?
DISCERNIMOS:
Al discernir sobre el RESUCITADO, queremos adentrarnos en
el centro de nuestra FE, recordando que Jesucristo se sigue apareciendo en
medio de nosotros, en nuestras familias y comunidades: ¿Somos capaces de
descubrir su presencia? ¿Qué emociones y sentimientos provoca la presencia de
Jesucristo en nuestras vidas?
De la misma manera, que pasa con los primeros seguidores
de Jesucristo, puede seguir sucediendo entre nosotros: “Todavía estaban
hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: La paz
esté con ustedes” (Lucas 24, 35). ¿De qué hablamos en el camino de vida? ¿Qué
anhelos y esperanzas motivan nuestras vidas? Más allá de nuestra mirada
personal, familiar y comunitaria, debemos descubrir que nos REGALA la presencia
de Jesucristo, lo primero que nos REGALA es la PAZ; un buen parámetro de medida
para nuestras vidas es señalar si nos encontramos en PAZ: ¿Estamos en Paz con
Dios, con los demás y con nosotros mismos?
Para los discípulos esta experiencia fue de múltiples
emociones: “Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les
preguntó: ¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo.
Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo”
(vv. 37-39). Por un lado, asombro y admiración; y por otro, miedo, dudas y
turbación: ¿Qué sucedería con nosotros si Jesucristo se aparece en carne y
huesos en medio de nosotros?
El miedo y la duda dan paso a la ALEGRÍA por el encuentro
con Resucitado: “Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la
alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús
les preguntó: ¿Tienen aquí algo para comer?” (vv. 40-41). Nosotros la SER
DISCÍPULOS de Jesucristo: ¿Vivimos en la ALEGRÍA de la Resurrección? Ante su
pregunta: ¿Qué le ofreceríamos de comer al Maestro?
“Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó
y lo comió delante de todos” (vv. 42-43). Con ellos, comió un pescado asado,
quizás con nosotros sería un pescado frito, para otros un guiso de legumbres, o
un plato tradicional de nuestras culturas y pueblos: ¿Qué sentimientos
provocaría una comida junto a Jesucristo? ¿Cómo sería una cena familiar junto a
Jesucristo Resucitado?
Es allí en el encuentro habitual de la comida, que
Jesucristo se manifiesta y se sigue manifestando, por lo tanto, dejemos que
Jesucristo se REVELE y nos siga hablando en cada comida familiar: “Después les
dijo: Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se
cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en
los Salmos” (v. 44). Son las Sagradas Escrituras que nos hablan de Él, de su
presencia: ¿Leemos en familia la Biblia?
Desde nuestra Lectura es que Jesucristo se manifiesta
como la PALABRA, ya no en su propia persona, ser humano y Dios, sino que en
nosotros y para nosotros, ya que nosotros somos los que ahora debemos hacer que
la PALABRA se haga CARNE en nuestras existencias humanas, para ello, debemos
abrir nuestra mente y corazón para acoger el “Buen Mensaje” de Jesucristo. “Entonces
les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y
añadió: Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los
muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía
predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados”
(vv. 45-47). ¿Hemos comprendido todo lo que ha sido revelado en nuestras
BIBLIAS? ¿Cómo predicamos el “Buen Mensaje de Jesucristo Resucitado? ¿Estamos
viviendo una permanente Conversión como auténticos seguidores de Jesucristo? Sí,
estamos realizando todos aspectos en nuestras vidas es que somos TESTIGOS de
Jesucristo: “Ustedes son testigos de todo esto” (v 48). Y TÚ: ¿Lo eres?
EVANGELIZAMOS:
A luz de Jesucristo, queremos SER TESTIGOS, esto es
propio de la EVANGELIZACIÓN cristiana, en el envío de Jesucristo apoyado por la
recepción del Espíritu Santo: «No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y
el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán
la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos
en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra»
(Hechos 1, 7-8). Ciertamente la mayoría de cristianos puede afirmar que HA
RECIBIDO en su vida la presencia del Espíritu Santo, de una forma u otra, por
lo tanto, poseemos la FUERZA necesaria para ser VERDADEROS TESTIGOS de
Jesucristo. Y TÚ: ¿Qué clase de TESTIGO eres?
Tal vez, es como lo señala San Pablo: “Y ustedes no han
recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el
espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios. El mismo espíritu se
une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios” (Romanos
8, 15-16). En este sentido, la pregunta sería: ¿Qué clase de Hijo de Dios
somos? O San Pedro: “Exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, siendo
yo presbítero como ellos y testigo de los sufrimientos de Cristo y copartícipe
de la gloria que va a ser revelada” (1 Pedro 5, 1). Aquí la interrogante nos
llevaría a pensar en la vida de sufrimiento y la gloria de Dios: ¿Cómo somos
TESTIGOS de los misterios de Jesucristo? O como lo describe San Juan: “Lo que
existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros
ojos, lo que hemos contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca
de la Palabra de Vida, es lo que les anunciamos. Porque la Vida se hizo
visible, y nosotros la vimos y somos testigos, y les anunciamos la Vida eterna,
que existía junto al Padre y que se nos ha manifestado” (1 Juan, 1-2). Es
decir, la vida de Jesucristo se sigue manifestando en nuestro testimonio. Y TÚ:
¿Lo realizas?
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