JESUCRISTO ES COMPASIVO
CONTEMPLAMOS:
Al querer mirar el sentimiento de la compasión, queremos
en primer lugar, pensar en nosotros mismos: ¿En qué momentos de nuestra
existencia hemos sentido compasión? ¿Qué situaciones de la vida de los demás nos
causan más compasión?
Realizamos este par de preguntas, con el sentido de mirar
nuestras propias vivencias sobre este tema, y recordando que definimos
compasión como ese sentimiento profundo que genera un acto de solidaridad con
el sufrimiento de otro ser humano, ya que compartimos el DOLOR HUMANO; desde
este DOLOR nos movilizamos para cambiar esa situación en la otra persona, ya
sea con nuestro acompañamiento o nuestra ayuda fraterna; esto también es la
vivencia del Cristianismo, ya que fue una vivencia propia de nuestro Maestro
Jesucristo, en su persona siempre se mostró compasivo con los demás,
especialmente con los que SUFREN. Y nosotros: ¿Con quiénes somos compasivos?
Desde Jesucristo, ya hemos destacado en otros escritos,
su compasión hacia los demás, hacia el prójimo, tanto hacia los enfermos, como
con la mujer viuda ante la muerte de su único hijo, y así seguramente podemos
nombrar cada milagro realizado por Jesucristo, el Hijo de Dios, en que es
movido por la “COMPASIÓN”, aunque también hemos contemplado su COMPASIÓN con la
multitud de personas, en varias ocasiones descubrimos pensando en los demás
como necesitados de un pastor: “Jesús recorría todas las ciudades y los
pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y
curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo
compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen
pastor” (Mateo 9, 35-36). ¿Sentimos la misma compasión que Jesucristo?
Es aquí el sentido del cristianismo, el ser seguidores de
Jesucristo significa configurarnos con Jesucristo, es decir, mirar con sus
OJOS; y ver a la multitud de personas, pueblos tras pueblos, ciudades por
ciudades, y descubrir la misma necesidad ya que millones de personas hoy en el
mundo actual, siguen fatigados y abatidos, tal vez NO por la falta de un
PASTOR, sino por la falta de buenos Gobernantes, eficientes jueces, equitativos
legisladores, seguramente son otras las FATIGAS y los AGOBIOS de la sociedad en
la actualidad, aunque seguimos viviendo las miserias propias de nuestra
humanidad: ¿Qué hacer ante tanto dolor causado por las fatigas de la vida?
Junto a Jesucristo viene un paso más, ya que no se queda
solamente en un sentimiento, aunque sea la COMPASIÓN, sino que da el siguiente
paso: OBRAR según el sentimiento compasivo que brota de su corazón, y nosotros:
¿Tenemos un corazón compasivo? Y TÚ: ¿Eres una persona compasivo con todas y
todos?
DISCERNIMOS:
Justamente queremos discernir sobre la “COMPASIÓN” de Jesucristo,
con ello, queremos descubrir: ¿Cómo debemos vivir los cristianos en el mundo
actual? Recodando que contemplando y discerniendo la vida de Jesucristo, su
persona, su forma de SER logramos iluminar con su ejemplo nuestras propias
vidas, transformándolas en auténticas vidas cristianas, y nosotros, los que nos
hacemos llamar cristianos: ¿Llevamos una auténtica vida cristiana? ¿En qué se
refleja?
Es aquí el sentido de este artículo teológico, que al
mirar a Jesucristo, descubramos que debemos tener a su ejemplo un CORAZÓN
COMPASIVO, es decir, un corazón que comparte el sufrimiento de la humanidad,
porque se compadece de todas nuestras miserias humanas, como lo expresa la
Biblia Cristiana: “Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse
de nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que
nosotros, a excepción del pecado” (Hebreos 4, 15). Ciertamente Jesucristo es
una persona, en palabras de la carta, un Sumo Sacerdote que se compadece de
nuestras debilidades, y nosotros: ¿Nos compadecemos de las debilidades de los
demás?
He aquí un proceder distinto entre Jesucristo y muchos de
nosotros, cuando vemos a alguien débil, no necesariamente nos compadecemos,
sino más bien nos aprovechamos de sus debilidades, como con aquella persona que
no se sabe decir “NO” a los demás, motivada por su generosidad, nos
aprovechamos hasta donde se pueda y lo permita cada ocasión; o en el trabajo, cuando
mandamos y damos órdenes a los que consideramos más débiles; en cambio, en
Jesucristo, la debilidad es vista como una posibilidad de ayudar al prójimo y
transformarla en fortaleza, como lo pedía el Apóstol Pablo ante sus propias
debilidades: “Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él me respondió:
«Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad». Más bien, me
gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de
Cristo. Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las
privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de
Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12, 8-10).
La GRACIA de Jesucristo viene en auxilio ante nuestras debilidades como una
fuente de ayuda que brota de su SER COMPASIVO para con nosotros: ¿Cómo has
experimentado en tu vida la compasión de Jesucristo?
Ya que igual que en los Santos Evangelios: “Jesús se detuvo,
los llamó y les preguntó: ¿Qué quieren que haga por ustedes?” (Mateo 20, 32).
Jesucristo se sigue deteniendo a nuestro lado para preguntarnos: ¿Qué quiere
que haga por ustedes?; ante tal pregunta del Maestro: ¿Qué le pediríamos al
Señor Resucitado? Estos hombres le pidieron algo que necesitaban: “Ellos le
respondieron: Señor, que se abran nuestros ojos” (Mateo 20, 33). Y nosotros,
seremos capaces de dejarnos abrir los ojos y la mente por el Salvador.
Este milagro nace de la compasión de Jesucristo: “Jesús
se compadeció de ellos y tocó sus ojos. Inmediatamente, recobraron la vista y
lo siguieron” (v. 34). Ante esto nos podemos preguntar y cuestionar en nuestra
forma de proceder ante los demás: ¿Actuamos compasivos ante las personas con
incapacidad visual, auditiva o de hablar? ¿Cómo es nuestro proceder con las
personas que son ciegas de mente?
Con esto, nos desafiamos ir más allá de los que SUFREN
por alguna enfermedad, sino ser COMPASIVOS con todos, incluso aquellos que son
más obstinados y duros de corazón y mente; siguiendo los pasos del Maestro: “Al
desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque
eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato” (Marcos 6, 34).
Compadecerse de todos, de la multitud, de la muchedumbre, de la gente, de todas
las personas y enseñarles, desde lo que nosotros sabemos y somos: ¿Qué
trasmitimos a los demás como acto de compasión al prójimo? Y PARA TI: ¿Cómo vives
la compasión hacia los demás?
EVANGELIZAMOS:
A luz de la compasión de Jesucristo, al contemplarlo y al
discernir sobre su corazón compasivo, vemos su OBRAR conforma a su corazón:
¿Nosotros actuamos conforme a la compasión que hay en nuestro interior? Esto es
lo que entendieron las primeras comunidades cristianas, es lo que transmitieron
los primeros apóstoles: “Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos,
perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo”
(Efesios 4, 32). El Apóstol Pablo nos repite que seamos personas buenas y
compasivas con los demás, siempre perdonando a ejemplo de Jesucristo: ¿Somos
esta clase de personas?
Siendo personas COMPASIVAS a ejemplo de Jesucristo, es
que estamos EVANGELIZANDO nuestras familias, trabajos y entorno social, es uno
de los sellos del cristianismo, identificarnos por reflejar a Jesucristo
COMPASIVO con todos y todas: ¿Lo hacemos los cristianos? Y TÚ: ¿Lo harás?
Compasión y misericordia para mí y para mí prójimo. Son valores cristianos que debo tener presente en mi caminar hacia Jesucristo.
ResponderBorrarMi formación ha sido más de crítica hacia mis santos actuar... "No digas...", "No hagas...", "Si haces esto o aquello, Dios te va a castigar". No miraba el amor de Dios hacia mi porque todo era prohibitivo, después, en mi caminar mundano, todo era culpa.
He tratado de ser compasiva con el prójimo, por lo menos con el que menos tiene, sin pensar en aquellos que tienen mucho en lo material y nada en lo espiritual.
He comprendido que el amor, comprensión, misericordia, deben empezar por uno mismo, por mí, para poder exclamarlo al otro... Y no por culpa, si no, con la alegría de ser cristiana y servir con amor a mi prójimo, haciendo y viviendo la voluntad de mi Señor y Salvador.
Jesús mío, te doy gracias por tu amor y misericordia hacia mí; Gracias porque soy lo más preciado ante tus ojos divinos que, menos de amor, voltean a verme y confortan mi corazón... Gracias por el privilegio que me has dado de seguir tu camino, proclamando tu Palabra Santa con alegría y amor, en el servicio a mis hermanos para Gloria de Dios todo poderoso.
Anima mi corazón para continuar siendo tu mensajera del Santo Evangelio y vivir en ti y por ti... Amén
La compasión, vista como cristiana, es sentir amor, aprecio, por mi prójimo, aquel que sufre y al que puedo ayudar con gusto; en lo material, económico, ser solidaria con su dolor, frustraciones, muchas veces sin hablar, solo escuchar, ser empática y decirme (qué hubiese hecho yo en su lugar en la misma situación), dejar de juzgar y mostrarle mi aprecio.
ResponderBorrarSin embargo, no siempre "cumplo" con mi intención que es ayudar, porque, me equivoco en mi actuar, porque, una cosa es tener compasión y otra, querer resolver la vida.
He pecado pensando que lo que hice fue compasión... Muchas, ¡muchas veces!, He actuado conforme lo escrito en el Evangelio, por otro lado, la "ofensa" que le "causo" a mi familia es difícil de creer.
Me gusta apoyar a mi prójimo, desde la compasión, desde el amor que Jesucristo nos dió como mandamiento, como FORMA DE VIDA, y... ¡Llena!... Es PLENITUD la que se vive y siente porque lo hago mirando la necesidad de mi prójimo y la oportunidad que tengo para ayudar... Es valioso en mi corazón, mi vida, una bendición que entrego a Dios, sólo él.
Dios mío y Señor mío, Gracias por la oportunidad que me das de ver a mi prójimo como a mí misma y tener la oportunidad de apoyarlo, puedo toparme con un abusivo, aún así, la oportunidad que me das de amar a mi prójimo y sentirlo es más grande que cualquier cosa en mi contra... Bendito seas Señor.