¿COMO ENTRAR EN EL REINO DE LOS CIELOS?

 

CONTEMPLAMOS:

Al igual que en los domingos anteriores nos encontramos con el discurso de Jesucristo en el Sermón del Monte, esta vez en su última parte, para mirar la realidad del Reino de los Cielos, en la pregunta ¿Cómo entrar en ese Reino de Dios?

 

Pensemos en nuestra FE CRISTINA: ¿Creemos en el Reino de Dios? ¿Cómo imaginamos el Reino de los Cielos? Hemos entendido que este Reino se ha iniciado con la venida de Jesucristo y que el Espíritu Santo nos va guiando para llegar un día al encuentro pleno con Dios, en el Reino de Dios, para muchos de nosotros un DIOS TRINIDAD, y que además en las palabras de Jesucristo, como decíamos la semana pasada: los cristianos deben vivir solamente preocupados en trabajar por el Reino y su justicia. ¿Lo hacemos? ¿Por qué realmente trabajamos y nos esforzamos cada día?

 

He aquí que queremos centrar nuestra mirada en el Reino de Dios, en esa tensión entre el ya aunque todavía NO, es que debemos afirmar que el Reino de Dios, es la novedad del mensaje de Jesucristo, con Él se inició aunque todavía no llega a plenitud que se realiza en su segunda venida: ¿Qué hacemos mientras tanto? Más aún cuando ya han pasado más de dos mil años: ¿Cuándo será realmente el fin del mundo?  Dejamos estas preguntas como inquietud constante del cristiano en la esperanza de la resurrección de los muertos, ahora veamos el evangelio que nos convoca, pasando a nuestro discernimiento.



DISCERNIMOS:

 

Como es nuestra costumbre iremos analizando parte a parte el texto evangélico, para ir preguntándonos sobre el tema que nos atañe, hoy la entrada al Reino de Dios; lo primero que descubrimos es la advertencia que nos hace Jesucristo: “Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”. Ciertamente muchos dirán no tan solamente cuidarnos de los falsos profetas, de los falsos pastores, de los falsos en general; esto es porque debemos afirmar que muchos seres humanos nos mueve el egoísmo y la avaricia, y ante esto vamos haciendo daño a los que nos rodean; a veces lo hacemos con engaño y mentiras para lograr nuestros propios objetivos, sin mirar el bien común: ¿Cómo discernir esto?

 

“Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego”. Jesucristo nos dice y nos invita a mirar los frutos de las personas, y descubrir quiénes son buenos y quienes son malos, podríamos decir que nuestras obras son las que determinan nuestra bondad o maldad; y nuestras palabras, ni nuestras intenciones, sino lo que realmente llegamos a dar como fruto, en este sentido seguramente los que dan buen fruto, o sea, los que realizan obras buenas entrarán en el Reino de Dios: “Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán”. Justamente es por los frutos que los reconocemos, y nos reconocemos, por lo tanto, miremos nuestra existencia: ¿Qué frutos estoy produciendo día a día? ¿Son frutos buenos para que los demás se alimenten de ellos? Y aquí puede nacer una nueva interrogante: ¿Cómo distinguir un fruto de bueno de uno malo?

 

Hacemos esta pregunta con el sentido de descubrir y entender que muchas veces al inicio van creciendo juntos la cizaña y el trigo, y al principio no se logra distinguir bien, a veces hay que dejar que vayan creciendo para al final darse cuenta de que si es TRIGO o CIZAÑA; entonces: ¿Qué hacer para entrar al Reino de Dios?

 

“No son los que me dicen: Señor, Señor, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo”.  Aquí está el punto central para los que desean entrar al Reino de Dios, se trata de que nuestras obras serán buenas en la medida que se configuran con la VOLUNTAD DE DIOS PADRE: ¿Hacemos todo conforme a su voluntad divina? Y es bueno saber que eso va más allá de realizar buenas obras, NO basta con buenas obras en palabras de Jesucristo: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre? Entonces yo les manifestaré: Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal”. Al parecer no basta con profetizar en el nombre de Jesucristo, y no es menos cierto que hoy en día muchos se creen profetas, y otros tantos expulsan males de los demás, todo eso no basta, sino va acompañado de las obras que manifiestan la voluntad divina; entonces esto para muchos nos puede causar interrogantes: ¿Acaso no es voluntad divina que seamos profetas? ¿Acaso no es voluntad divina que expulsemos el mal y hagamos milagros? ¿Cuál es la verdadera voluntad divina en Jesucristo? Veamos el ejemplo de Jesucristo, si nos ayuda a entender y salir de estas dudas razonables.

 

“Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca”. A simple vista nos enseña a construir para ser personas sensatas: ¿Somos seres sensatos? Ya que al parecer hay muchas personas que no lo son, siguiendo la continuidad de las palabras de Jesucristo: “Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande”. ¿Somos insensatos o sensatos?

 

Esto nos invita a descubrir el sentido de la parábola, está en el inicio de cada ejemplo, los dos tipos de personas escuchan a Jesucristo, como esa multitud que lo estaba escuchando: “Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas”. Y que a pesar de estar asombrados de su forma de enseñar, por la autoridad que demostraba solamente fueron personas insensatas, lo siguieron al desierto para sanar sus enfermos, para ser alimentados, para buscar y buscar de Jesucristo, como muchos en la actualidad, solo piden y piden a Dios Trinidad; aunque a la hora de practicar sus palabras NO LO HACEN, o sea, seguimos siendo INSENSATOS; para ser parte del Reino de Dios, se trata de ser personas sensatas, es decir, PERSONAS QUE ESCUCHAN LA PALABRAS DE JESUCRISTO Y LAS PRACTICAN.

 

 

EVANGELIZAMOS:           

 

Al terminar nuestro discernimiento, vemos el comienzo de nuestra evangelización, ya que toda evangelización comienza con el descubrimiento de la VOLUNTAD DIVINA, hoy hemos discernido que para entrar y ser parte del REINO DE DIOS; debemos escuchar a Jesucristo y por en práctica sus enseñanzas: ¿Cómo cristianos hacemos practica todas las enseñanzas de Jesucristo?

 

Justamente esta práctica conlleva que todo lo que realicemos, ya sea en nuestra familia, nuestro trabajo, nuestro estudio o en cualquier actividad sea inspirada en las PALABRAS DE JESUCRISTO: ¿Vivimos de esta manera? ¿Aceptas vivir en estilo de vida cristiana?

 

Cuando aceptamos es que estamos evangelizando desde nuestra propia vida, ya que los primeros evangelizados debemos SER NOSOTROS MISMOS al encontrarnos con el mensaje de Jesucristo; porque desde esa aceptación y acogida en nuestra vida ya somos parte de la construcción del Reino de Dios, que no se trata de lugar, sino de un ESTADO DE VIDA; estado que ya comenzamos a vivir en nuestra existencia terrena: ¿Vives como si fueras parte del Reino de Dios? Ya lo señalamos al inicio, el Reino se ha iniciado, y se inicia en cada uno de nosotros cuando aceptamos y vivimos en la voluntad Divina.

 

Este sería el camino adecuado para entrar al Reino de Dios, al que todos los humanos estamos invitados a participar cada vez que escuchamos las Palabras de Jesucristo, solo nos pide SER SENSATOS; y poner en práctica lo que escuchamos: Y TÚ, ¿Prácticas?  

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