¿PERTENECEMOS AL REINO DE DIOS?

CONTEMPLAMOS:

Muchos creyentes cristianos proclamamos y anunciamos la realidad del Reino de Dios o de los Cielos, instaurado e iniciado con la predicación de Jesucristo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia».

 

Ciertamente el Reino de Dios está cerca, muchos dirán en nuestro interior y corazón y quizás es acertada esta afirmación, si seguimos la vida de las personas que han buscado a Dios, dicen encontrarlo en su interior: ¿Cómo debemos ser para ser parte del Reino de Dios? Quizás es bueno recordar aquí el discurso de Jesucristo en el Sermón de la Montaña y con ello, hoy citar la primera de ellas, en la versión de San Mateo:Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.

 

Es justamente en dónde podemos darle otro significado importante ya que el verbo que se traduce como “es” también es el mismo del verbo “estar”; con ello, se puede traducir como ya que ellos están en el Reino de Dios: ¿Quiénes son los que están en ese Reino de los Cielos?, es una pregunta lógica que puede venir a nuestra contemplación, y ante tal pregunta la respuesta lógica es “Los que son Pobres de Espíritu”; por lo tanto, los que son pobres de espíritu ya están en el Reino de Dios. Y TÚ, ¿Cómo cristiano eres pobre de espíritu?

 

Realizamos esta pregunta con el significado que le queremos dar a las tres parábolas leídas este domingo 26 de julio, según la liturgia católica romana, tomando la frase de Jesucristo a la multitud reunida para escucharlo: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo». Así mismo en el mundo actual nos seguimos reuniendo millones de personas para escuchar en la lectura de los Santos Evangelios, demos el otro paso, que más dicen las parábolas del Reino de los Cielos.

 

 

DISCERNIMOS:

 

“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró. El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve”.

 

Para nosotros el verdadero sentido está en fijarnos en los personajes: Hombre, negociante y pescadores; y nos preguntamos: ¿Qué hicieron? Y con ello podemos descubrir cómo deben ser los verdaderos discípulos del Reino de Dios.

 

Pensemos en primer lugar, que el Reino de Dios es como un tesoro escondido, ahora bien, lo encontraste en tu corazón, en su palabra, en dónde sea; en verdad importa menos que los hayas encontrado, ya que lo que importa es que VENDAS TODO, es decir, DEJAR TODO POR EL REINO DE DIOS: ¿Estás dispuesto?

 

En segundo lugar, reflexiones que Jesucristo es el Reino de Dios, y que se presenta en medio de nosotros, en la humanidad, como una GRAN PERLA, la de “gran valor”, ¿Qué haremos como negociantes en nuestra vida? Debemos vender todas las demás “perlas”, riquezas por comprar a Jesucristo, dejar familia, amigos, trabajos, todo por el SEGUIMIENTO A JESUCRISTO: ¿Quieres vender?

 

Y en tercer término, al igual que los pescadores debemos descubrir en la vida que es lo bueno para cada uno, para ti; y que te producir daño a la larga, saber elegir en lo que es BUENO PARA TI, lo que no nos sirve hay que tirarlo, o regalarlo, ya que a otro si le puede servir, aunque para ti NO sea bueno, para otro SI lo puede ser: ¿Hoy qué es bueno para tu vida cristiana?



EVANGELIZAMOS:           

Lanzamos estas preguntas con el sentido de dar el último paso: SER VERDADEROS DISCÏPULOS DEL REINO, quizás en este instante al leer estas líneas nos sentimos al igual que la multitud que escuchaba a Jesucristo, recordando que muchos después lo abandonaron, lo vendieron, lo entregaron y pidieron crucificarlo: ¿Qué les paso? Tal vez quedaron solamente en buenas intenciones y alegría del momento.

 

“¿Comprendieron todo esto?». «Sí», le respondieron”.  Eso le dijo la multitud, ese día a la orilla del mar, a Jesucristo; y hoy seguramente decimos desde de nuestras casas y templos: SI, HEMOS COMPRENDIDO el ser discípulo del Reino de Dios.

 

Ahora la invitación a EVANGELIZAR, y recordarles mis estimados y queridos hermanos que esto requiere el COMPROMISO DE TODA SU VIDA; compromiso hasta el final de los tiempos, de tu propio tiempo, de tu propia vida, es decir, que toda tu existencia sea para DIOS TRINIDAD: ¿Lo es?

 

SÍ es así, hazlo vida cada día de tu existencia. ¿Aceptas?


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