MISIÓN
III.- QUEREMOS SER UNA IGLESIA MISIONERA.[1]
a)
Comprometidos con la misión de Jesucristo
Nuestro servicio pastoral se
fundamenta en la misión del Señor Jesucristo, Hermano, Amigo, Maestro, Profeta
y Redentor nuestro, enviado por Dios Padre para establecer su Reino: Reino de
amor, de paz, de justicia, de solidaridad, de verdad, de fraternidad, de libertad
e inclusión. Cuya misión es anunciar la Buena Noticia a los pobres (cfr. Lc. 4,
18) y llamar a la conversión (cfr. Mc. 1, 15). Nuestra misión evangelizadora
está fundada en la misión de Jesucristo que fue anunciada como Buena Noticia
para los oprimidos y dar la vista a los ciegos (cfr. Lc. 4, 18) y llamó a los
pecadores a la conversión y a la fe (cfr. Mc. 1, 15).
Por ello, nuestra misión se
fundamenta en el mismo Jesucristo que nos reúne en una comunidad de hermanos, solidarios
entre sí y con los demás (cfr. Jn. 15, 11), que consiste en dar cumplimiento al
mandato del nuestro Señor Resucitado: Ir por todos los lugares y ambientes
anunciando el Evangelio, para que se conviertan, crean y se hagan sus
discípulos. (cfr. Mt. 28, 16-20). Todo
esto debe ser con valentía; y con nuestra fe nos comprometemos en la
construcción de una sociedad que favorezca la igualdad, la tolerancia, la
inclusión, la participación, la unidad, el amor y el perdón; junto a esto,
queremos promover una sociedad que respete y promueva los derechos humanos; además
de la valoración de la individualidad y la dignidad de cada persona; y en la
que se valore siempre la vida de todos los seres humanos.
Creemos que el Evangelio de
Jesucristo nos exige y nos urge a dejar los encierros, y nos impulsa a salir, para
abrirnos al Jesucristo sufriente, que pasa por nuestro lado con la Cruz a
cuesta, camino a la crucifixión y a la muerte, en las personas de nuestros
hermanos que sufren y los más excluidos, en ellos realmente descubrimos el
rostro de Jesucristo, y que por sobre todas las cosas son los bendecidos del
Reino de los Cielos (cfr. Mt. 25, 34-40). También nuestra ITAE no puede quedar
pasiva ni aferrarse en actitudes meramente ritualistas y conservadoras aunque
sean sacramentales; siempre debemos dejarnos iluminar por el impulso y la fuerza
del Espíritu Santo. Por ello, debemos misionar para mostrar al Dios compasivo y
misericordioso que no excluye a nadie, no condena ni persigue, como lo señalo
el mismo Jesucristo: “Jesús los oyó y les dijo: No es la gente sana la que necesita
médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores” (Mc. 2, 17).
[1] Nos
referimos al proceso propio de la Evangelización, después que hemos realizado
los procesos previos: la contemplación de toda la realidad y el discernimiento
con los hermanos en la presencia del Espíritu Santo.
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